Martín Lutero fue el principal artífice de la Reforma Protestante, un fenómeno histórico complejo en el que destaca el día en que Lutero proclamó sus 95 tesis en las puertas de la catedral de Wittemberg en 1517. Pero su movimiento reformador fue también posible gracias a diversos hechos acaecidos en la tardía Edad Media como, por ejemplo, el nominalismo de Ockham que comenzó a agrietar la estructura teológica y filosófica de Tomás de Aquino (la “via antiqua” tomista); el auge de los nuevos estados nacionales iniciado en el “otoño medieval” que ayudó a que el poder secular fuera ganando terreno a la Iglesia; el desplome del Imperio germánico en el siglo XIII al que le siguió el ocaso del poder temporal del papado cuyo nepotismo y pérdida de valores espirituales fueron severamente criticados por el propio Ockham, Marsilio de Padua o Wiclef. La Reforma de Lutero en Alemania fue consecuencia de un movimiento cultural, teológico y filosófico incipiente dos siglos antes al que se le sumó el Renacimiento y el Humanismo de inspiración clásica dando lugar a una época centrada en el descubrimiento del hombre y del mundo y cuestionadora de cualquier tutela clerical.
No obstante, la vigorosa resonancia de sus proclamas fue enorme. Difundidas por el reciente invento de la imprenta, sus tesis fueron aceptadas por la incipiente burguesía, por sectores influyentes de la nobleza alemana (Franz Sickingen, por ejemplo) y por el pueblo, traspasando rápidamente las fronteras, extendiéndose por buena parte de la Europa continental y provocando lo que Ranke llamaría la “Contrarreforma católica”, futuras tensiones confesionales, sociales y políticas que desencadenarán más tarde las llamadas “guerras de Religión”. Para la Iglesia Romano-Católica, la Reforma y Lutero en particular fueron considerados la mayor catástrofe de la historia: habían consumado la ruptura de la “unidad” medieval de Occidente e instigado una progresiva secularización del mundo occidental que se materializaría, más tarde, en la Ilustración.
La noción bíblica de Dios propuesta por Lutero frente a la noción metafísica de la Escolástica; la comprensión del evangelio de Cristo como un poder re-creador de un Dios lleno de amor hacia la humanidad; su noción de “palabra” en toda su plenitud (como “Palabra de Dios” y como “protesta” ante los excesos del poder temporal); el valor que le concedía a la educación como herramienta transformadora de la sociedad civil y como instrumento imprescindible para alcanzar la libertad y la felicidad; sus aportaciones teológicas a favor de la convivencia pacífica y su apuesta por el progreso social, lo hacen precursor de autores como, Schiller, Goethe, Heine, Kant, Stuart Mill o Herder. No hubo en el pensamiento de Lutero una motivación exclusivamente religiosa. Sus ideas ayudaron a marcar el inicio de la era moderna, de la libertad de conciencia, de los nacionalismos modernos, de la revolución educativa europea, de la exaltación de los valores culturales propios, de la tolerancia y de la justicia.
Artículo publicado en "La Voz de Galicia" el 4 de septiembre de 2016
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