En
los últimos años surgieron nuevas organizaciones políticas de carácter plural
compuestas por afiliados de diversos partidos políticos y personas sin adscripción
política alguna. Uno de los objetivos políticos consistía en romper con la
dinámica bipartidista instaurada en las últimas décadas en las instituciones,
intervenir en los ayuntamientos,
transmitir la idea de que, desde un espacio plural y abierto, se podía
intentar cambiar el rumbo político institucional o al menos ejercer cierta
influencia en dicho cambio y, sobre todo, construir un espacio de encuentro
abierto a nuevas formas de hacer política.
Se
entendía que la responsabilidad cívica
exigía vertebrar una nueva cultura política más participativa, transparente,
inclusiva y colaborativa; que la radicalidad democrática debía ser un principio
práctico (no solamente formal o teórico) que eliminara el parasitarismo y los
condicionamientos orgánicos de los aparatos de los partidos clásicos que vivían
anclados en la endogamia interna (“vieja política”).